El aire
arreciaba por sobre las hojas de los frondosos árboles. La ventisca que se había presentado minutos
antes, hacía difícil el PODER caminar. Como se podía, se avanzaba, no sin antes
volver a escuchar aquellos chillidos difíciles de olvidar.
Mirando de un
lado a otro, los chillidos y los graznidos venían de todas partes. Sin mayor dilación, se requería buscar pronto
un refugio. El trueno, que de repente
explotó en el cielo oscuro, solo aumento el temor. No había luna ni tampoco
estrellas. Cada paso se tornaba muy
pesado.
El sudor
recorría el rostro. Respirar se volvía cada vez más difícil. El ataque podía
ser inminente. Había un gran miedo de volver la mirada hacia atrás. La rapidez de los perseguidores, era tal que
parecía que corrían al mismo ritmo a ambos lados. La maleza crujía en el pisar de los
cazadores.
Cuando al
fin pensó que había logrado alejarse del peligro. Detuvo su andar, y a pequeños
pasos camino en la brecha que dos juncos creaban como un pasadizo. Un exhalar de alivio salió de sus fosas
nasales, y se sentó sobre una piedra. De pronto todo se volvió una calma.
Pretendió a travesar el manto de la oscuridad frente a sus ojos, como si algo
adelante le estuviera observando detenidamente.
Unos ojos
amarillentos, y unas fauces con grandes y afilados dientes, saltaron de unos
arbustos, con las patas hacia delante, mostrando sus terribles garras mientras emitía
ese agudo y espeluznante graznido, que nunca se olvida.
El grito
de la mujer, del cuarto doscientos tres, inundaron los pasillos del hospital siquiátrico.
Era obvio que una pesadilla más, le había intranquilizad su sueño. Uno que le
visitaba noche tras noche y que nadie en la Institución, podía descifrar.
A la mañana
siguiente, todo volvía a la normalidad. Sin embargo, ese día, los residentes
del hospital, tendrían la visita del sub director del área de salud e
investigación siquiátrica. Así, que todos estaban realizando los preparativos
para su llegada. Se decía que era un hombre muy obstinado y minucioso. No tenía mucho en el cargo, y por tanto, poco
se conocía sobre su trayectoria profesional.
El
Director del siquiátrico, doctor Bustamante, nicaragüense de la ciudad de
Managua, tenía más de quince años a cargo del hospital, y era la primera vez
que alguien de la capital llegaba a la zona atlántica, a visitarlos. Por lo
tanto se encontraba aprehensivo con la llegada del invitado.
Su
segundo al mando, el doctor González, un costarricense, que realizó su práctica
en el hospital, y finalmente se quedó laborando ahí, había sido testigo de una
serie de irregularidades en la institución. Desde ingreso de pacientes
adinerados, que conseguían que sus parientes ocuparan los mejores cuartos y
obtuvieran las mejores atenciones, hasta casos en que la persona no requería de
internamiento, por fines políticos.
El momento
había llegado y dos vehículos de doble tracción, se aproximaron a la rampa de
la entrada principal. Del primero, descendió el huésped que por meses
esperaron, así como tres acompañantes. Dos mujeres y un varón más. Todos con ropa
ligera para combatir el intenso calor de la zona.
Director: - Hola, bienvenidos. Los estábamos esperando.
Doctor González:- Un placer tenerlos acá. Espero que el
vuelo haya estado sin problema alguno.
Sub director: - Así fue. Todo muy bien. Y si nos disculpan,
tenemos un poco de prisa, así que si iniciamos el recorrido.
Director: - Claro que sí, no hay problema, síganme.
Toda la comitiva
se dirigieron a los diferentes pabellones, evitando la zona siete, donde se
encontraban los llamados casos “delicados”, y la zona Tres, donde los ricos y
famosos vivían cómodamente. Las
enfermeras, y demás personal del hospital, debidamente avisados, se mostraron cordiales
con los recién llegados.
Sub director:- ¿Me permite los libros de ingresos?
Director: -¿Los libros de ingresos? – se mostró
nervioso.
Efectivamente, algo que no contaban era que les solicitará el registro
de los pacientes que residían en la Institución. Solo habían preparado el tour
pero no así la presentación de documento alguno.
Sub director: - ¿Hay algún problema?
Director:- No, claro que no, señor. – Dirigiéndose a su
subalterno – Dr. González, ¿Dónde está el libro de ingresos?
Doctor González: - En su oficina señor.
Sub director: - Que bien, entonces mientras el auditor
y la señorita Lacayo, la superintendente, les acompaña, continuaré el tour con
el doctor González.
Director:- Claro que sí. Claro que sí. Acompáñenme por
favor.
De muy malas
ganas, el director del hospital, guió a los tres visitantes a su oficina,
mientras el Sub director, continuó la visita guiada por el doctor González.
Sub director: - Doctor, desde el aire, pude notar que
hay una ala muy grande al otro extremo del complejo, al cual no hemos ido.
Doctor González: - Si, señor. Ese es el área siete, y
por el momento no hay pacientes en ese sector.
Sub Director: - Aún así, me gustaría conocerla.
Doctor González:- Se requerirá de autorización del
señor Director, el doctor Bustamante.
Sub Director:- Pues vaya consígala. Aquí le espero.
Doctor González:- Bien, ya regreso. Con permiso.
Mientras, el
médico salía hacia la oficina del director. El sub director, extrajo de uno de
sus bolsillos, un pedazo de papel, y avanzó entre los pasillos, observando una
especie de mapa, hasta que llegó a la puerta del área siete. Un enfermero de
raza negra, flanqueaba el lugar, sentado frente a una pequeña mesa.
Enfermero:- ¿En qué le puedo servir, señor?
Sub Director:- Soy el Sub Director del área de
investigaciones, y estoy de supervisión por el hospital. Y me falta recorrer
este sector.
Enfermero:- Lo siento pero tengo órdenes de no dejar
entrar a nadie sin el permiso del Doctor Bustamante.
Sub Director:- ¿Le encanta este trabajo, cierto?
Enfermero:- Si, señor.
Sub Director, en tono enérgico: - Pues, sería el último
día que labore en esta institución, si no levanta su trasero de ahí, y me abre
esa puta puerta.
El efecto
fue inmediato. El pobre hombre, nervioso tomó la argolla de las llaves de la
gaveta y procedió a abrir la puerta. El sub director ingresó por el pasillo,
mientras el enfermero se fue a buscar al Director. El sub Director, levantaba la mirilla de cada
puerta, observaba su interior, y repetía lo mismo con la siguiente, hasta que
llegó a una de ella. Examinó minuciosamente el interior y sonrió. Momentos en
que llegaba el director y la comitiva.
Director:- ¿Con qué autoridad irrumpe en este lugar? – mostrándose
molesto.
Sub director: - Dejémonos de juego. Tenemos fundada
información de que en este hospital, se mantienen presos políticos y otros
tipos de personas, que no están enfermas, y aún así las tienen confinadas bajo
los efectos de sicotrópicos.
Director:- ¿Cómo se atreve?
Sub Director:- El doctor González, me dijo que en esta
área no habían pacientes, y ya he visto las otras siete habitaciones, y hay
personas atadas a la cama, y otras, completamente catatónicas. Así que no me
vengan con esas patrañas que no sabe lo que está ocurriendo acá.
El sub
director González, preso del miedo, salió del lugar, buscando la salida,
mientras varios vehículos de la policía llegaban a los alrededores. El sub
director, le gritó al enfermero:
-
Ábrame este cuarto
inmediatamente.
Luego de
escuchar todo, el enfermero no objetó absolutamente nada e hizo lo que se le
ordenó, mientras que el Director, corría hacia su oficina.
La Súper Intendente: - ¿La encontraste?
Sub Director:- Creo que sí.- Ingresó al cuarto.
Sobre un colchón
viejo, la figura de una mujer de unos treinta años, se mecía levemente mientras
abrazaba sus piernas y miraba hacia la diminuta ventana que no dejaba pasar la
luz.
Sub director:- ¿Alex? – le dijo quedamente.
La mujer
de cabellera rubia, y ojos azules, volvió su mirada al extraño. Aquel nombre le
recordaba algo.
Sub Director:- Al fin te encontré, Lex. – le añadió en
un perfecto inglés.
Lex:- ¿Quién es usted? – le preguntó. Ella era
norteamericana.
Sub Director:- ¿Recuerdas a Ian Malcolm?
Aquel nombre
le hizo poco a poco regresar en sí, al mismo tiempo que muchos recuerdos
afloraron al punto de sonreír.
Lex:- ¿La teoría del Caos? – le respondió sonriendo.
Sub Director:- Exactamente. Lex. Así es. - hizo una pausa - El caos. Sin lugar a duda, ese
era mi padre, Lex. – e igual sonrió.
Ambos se
abrazaron. Y Lex, fue llevada a un hospital de la capital vía área. A los días
más restablecida. Ella, pudo caminar y encontrarse con Ian Jr., en el jardín del
hospital.
Lex:- ¿Qué haces en Nicaragua?
Ian:- Vengo siguiéndote desde Costa Rica. La última vez
que te vieron fue ahí. Te perdimos la pista pero un ex trabajador de Ingen, no
hace menos de unos meses nos dio nuevas pista que nos hicieron llegar acá.
Lex:- ¿Nos?
Ian:- Si, claro. No estoy solo en esto. También Tommy y
Peter.
Lex:- ¿Peter, está contigo?
Ian:- Claro, nunca perdió las esperanzas de
encontrarte.
Lex:- ¿Y quién es Tommy?
Ian:- Es el hijo de la doctora Sattler. Que hace poco
se enteró de lo que hacíamos y tomo vacaciones para ayudarnos. Lo primero que
hice fue solicitar empleo en el sector salud de Nicaragua, con ayuda de la
embajada americana y de esa forma poder infiltrarme en el siquiátrico donde te
enviaron. Oye, Lex, y ¿Tim, dónde está?
Los ojos de
Lex, se llenaron de lágrimas.
Ian:- Lo último que supimos, fue tú y él viajaron a
Nicaragua, donde los ejecutivos de Ingen, dieron contigo y te encerraron en ese
siquiátrico. ¿Por qué andaban detrás de ustedes?
Lex:- ¿Qué paso con Ingen?
Ian:- Por la misma época en que desapareciste, ellos se
fueron a la quiebra. Los descendientes de John Hammond, no lograron mantener la
debacle, y solo quedaban ustedes dos como los únicos herederos del imperio,
pero desaparecieron de un momento a otro.
En eso ambos
callaron ante la llegada de Peter.
Peter:- ¿Cómo está la paciente? – Le sonrió.
Lex:- Como debo llamarte ¿Doctor Grant?
Peter:- No, simplemente, Peter.
Lex:- ¿Cómo está tu papá, el Dr. Grant?
Peter:- Considerando que todos estos años no tuvimos
comunicación alguna. Y que te conocí a ti y a Tim, en la universidad por cosas
del destino, creo que el viejo está bien en su casa.
Lex:- ¿No lo has perdonado aún?
Peter:- ¿Quién niega la existencia de un hijo?
Ian:- Vamos, Peter, bien sabes, que él jamás supo de tu
nacimiento. No fue sino que paso lo que paso en aquella Isla en Costa Rica,
años atrás, en que salió en los medios de comunicación.
Peter:- Si, si, ya se. Y me di cuenta que había alguien
con el mismo nombre de un padre que mi madre dijo había fallecido.
Lex:- Era obvio, Peter, cuando Tim y yo visitamos a mi
abuelo, en la Isla, todos en tierra creyeron que habíamos muerto.
Ian:- Y fue precisamente años después que por medio de
engaños, una pareja llevo a tu papá a la segunda isla.
Peter:- Ya se me la historia, ¿Recuerdan? Pero aún así por el momento creo que no es
tiempo para reunirnos.
Lex:- Me alegra verte Peter.
Peter:- Y a mi también. Deje todo saldado en Costa
Rica, para venir acá.
Tommy, con
alaridos llegó a la escena.
Tommy:- Qué difícil es encontrar aquí una hamburguesa
decente. – se agachó para besar la mejilla de Lex.
Lex:- ¿Cómo fue que tu mamá te dejo venir, Tommy?
Tommy:- Tu y Tim, son como parte de la familia, y ella
hubiera querido venir si no es por, bueno ya saben,
Lex:- No, no se nada, ¿Qué paso?
Tommy:-
Sufrió un accidente de automóvil con papá, y está postrada en una silla de
ruedas.
Lex:-
No, no puede ser, pobre Ellie.
Tommy:-
Pero ella está pendiente de ti y de Tim. ¿Y qué paso con Tim?
Peter:-
Es cierto y ¿Tim?
Ian:-
No estaba en el hospital ¿Qué le paso a Tim, Lex?
Lex:-
Está muerto.
CONTINUARA…
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